Uno más

domingo, julio 31, 2005

Abuelo



En ese mismo instante, su rostro reflejó la impronta de la batalla. Como un eterno tren de mercancías, pasaron por delante un cúmulo de sentimientos, clavándose a su paso, en los rieles de su cara, y levantando un aire espeso, que abofeteó la mía. Dolor, sufrimiento, respeto, arrepentimiento, angustia, vergüenza, arrastrados por una locomotora llamada guerra, y con la mismísima muerte de maquinista.
Abuelo, jamás volveré a pedirle que escriba sobre aquellos años.