Abuelo
En ese mismo instante, su rostro reflejó la impronta de la batalla. Como un eterno tren de mercancías, pasaron por delante un cúmulo de sentimientos, clavándose a su paso, en los rieles de su cara, y levantando un aire espeso, que abofeteó la mía. Dolor, sufrimiento, respeto, arrepentimiento, angustia, vergüenza, arrastrados por una locomotora llamada guerra, y con la mismísima muerte de maquinista.
Abuelo, jamás volveré a pedirle que escriba sobre aquellos años.
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